La industria del engaño, “mitomanía y manipulación en tiempos modernos”

Por Juan José Encarnación
Mientras observo el deterioro de la sociedad dominicana y del mundo, no puedo evitar reflexionar sobre cómo la mentira ha ganado terreno, al punto de ser repetida tantas veces que termina pareciendo verdad, como decía Joseph Goebbels, el ministro de propaganda de Hitler. Este fenómeno no es nuevo, pero su impacto en nuestra realidad actual es alarmante.
En nuestra sociedad, especialmente en República Dominicana, hemos sido testigos de cómo la mitomanía, el «fake news» y las medias verdades se han convertido en herramientas de manipulación, usadas tanto para obtener beneficios económicos como para favorecer agendas políticas.
Un sector, compuesto por hombres y mujeres, ha profesionalizado el chantaje y la desinformación, actuando como mercenarios mediáticos que sacrifican la ética en beneficio de intereses personales o de sus partidos.
Incluso dentro del oficialismo, algunos traicionan los principios del partido que los llevó al poder. Se observa con pesar cómo ciertos individuos, por ambición o deslealtad, recurren a tácticas bajas, en lugar de fortalecer la cohesión y defender los logros alcanzados.
En este contexto, resalto el trabajo de funcionarios como Deligne Ascención, quien ha enfrentado ataques personales injustificados a pesar de su gestión transparente y eficiente en el Ministerio de Obras Públicas.
Su enfoque en la reducción de gastos excesivos contrasta con los abusos del pasado y merece reconocimiento. Sin embargo, la campaña de desprestigio en su contra refleja el interés de algunos por ocupar su cargo, usando tácticas que dañan la confianza pública.
De igual forma, Faride Raful, la ministra de Interior y Policia, ha sido objeto de críticas mientras lidia con una institución marcada históricamente por el autoritarismo. Su esfuerzo por aplicar la ley en medio de un desorden social es digno de respaldo, no de sabotaje.
El PRM debe tomar medidas firmes para proteger a sus líderes y defender sus logros. La historia nos ha demostrado que los partidos divididos y permisivos con las traiciones internas están destinados a repetir los errores del pasado.
En tiempos en que la verdad parece ser un lujo, debemos recordarle a los ciudadanos y a los medios de comunicación la importancia de la ética y la responsabilidad. Denunciar con pruebas, no con rumores; construir, no destruir. El futuro de nuestra democracia depende de ello.
El autor es ocoeño, abogado, politologo y Productor del programa «Baluarte de la Verdad»