Opiniones

Rendición de cuentas: signo de madurez política

Por:  Efraín Arias Valdez

En una época donde la política se confunde con el ruido y la propaganda, los actos de transparencia se vuelven un respiro para la democracia. El anuncio del senador Julito Fulcar, quien rendirá cuentas este viernes a la provincia Peravia sobre su gestión en el Senado de la República, merece ser destacado no como un gesto aislado, sino como una manifestación concreta del compromiso ético que debe acompañar el ejercicio del poder público.

Rendir cuentas no es un favor: es un deber constitucional y es una virtud cívica que fortalece la relación entre gobernantes y ciudadanos. Según la Constitución Dominicana, todo legislador está obligado a presentar un informe anual que detalle su labor legislativa, administrativa y financiera. Sin embargo, no todos los representantes lo asumen con la seriedad que demanda el principio de soberanía popular. En este sentido, Cuando un senador convoca a sus electores para explicar su gestión, escuchar sus inquietudes y responder con hechos, está haciendo algo más que cumplir con la ley: está consolidando la participación ciudadana y reforzando el vínculo entre la representación y la voluntad popular.

El acto de rendición de cuentas es, en esencia, una expresión de filosofía política aplicada. Significa reconocer que el poder no pertenece a quien lo ejerce, sino a la ciudadanía que lo confía temporalmente. En palabras de Rousseau, ‘el pueblo delega su autoridad, pero no renuncia a su soberanía’. Así, cada vez que un representante abre sus libros, muestra sus logros y admite sus pendientes, devuelve a la política su sentido moral y educativo.

En la figura de Julito Fulcar se conjugan valores poco frecuentes en la vida pública dominicana: formación, honestidad y coherencia. Educador de profesión, cooperativista por vocación y político por compromiso, Fulcar ha desarrollado una trayectoria que trasciende los límites partidarios para insertarse en la esfera del servicio social. Su paso por el magisterio, el cooperativismo y la gestión comunitaria refleja una visión integral del liderazgo: aquel que educa, organiza y rinde cuentas.

Por ello, esta rendición de cuentas no debe verse como un acto de autopromoción, sino como un ejercicio pedagógico de civismo. Es un recordatorio de que los representantes deben ser evaluados no por su retórica, sino por su capacidad de construir confianza, gestionar con eficiencia y actuar con transparencia. En una sociedad que reclama instituciones confiables, el valor de mirar a los ojos a los electores y decir ‘esto hicimos, esto falta, y seguimos trabajando’ tiene un peso moral incalculable.

La honestidad, cuando se convierte en práctica institucional, se transforma en el cimiento de la gobernabilidad. Un político que rinde cuentas no teme ser juzgado, porque sabe que la verdadera legitimidad no proviene del poder, sino de la confianza. Esa es la lección más profunda que deja este gesto: la política puede ser un acto de servicio cuando se ejerce con conciencia y humildad.

La provincia Peravia, al presenciar este encuentro entre el senador y su pueblo, no solo será testigo de una gestión; será partícipe de una práctica democrática que dignifica. Porque rendir cuentas no es simplemente informar: es educar, es honrar la palabra dada, y es fortalecer el vínculo entre el Estado y la ciudadanía.

En tiempos donde la confianza se erosiona fácilmente, este tipo de actos son señales de esperanza. Ojalá que el ejemplo se multiplique, y que cada representante recuerde que la transparencia no es debilidad, sino fortaleza moral. Y que rendir cuentas no disminuye a quien lo hace… lo engrandece.

Redacción El Ocoeño

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